Antecedentes
Los invitadores de la fiesta
A lo largo del siglo XIX, el acto central de las fiestas patronales de Gandia solía ser una cabalgata formada por una serie de danzas y comparsas: gigantes, cabezudos y “cavallets”; danzas que podían variar de un año a otro: de gitanos, pastores, chinos, turcos, labradores, diablos, marineros, de la muixeranga… La comitiva solía ir encabezada por el “Capellà de les Roques”, que invitaba al vecindario en las fiestas de la ciudad. En muchas ocasiones, el primer día de fiestas, por la mañana, un “Ajuntament de Farsa” recorría la ciudad poniendo multas por motivos arbitrarios, que daban a conocer con un bando satírico y anunciando las fiestas. El “Capellà de les Roques” y el “Ajuntament de Farsa” fueron los primeros invitadores a la fiesta en nuestra ciudad.
En 1871 un Figurón tocando el tambor recorrió las calles haciendo lo mismo. Es el embrión de la banda de tambores que apareció para llevar a cabo la misma función a finales del siglo XIX.
El primer Tio de la Porra
La cabalgata se convierte en un desfile de carácter “histórico”, del que desaparecen, poco a poco, las danzas. Los figurantes visten a la antigua usanza, desfilan caballeros del tiempo de Jaime I, moros, caballeros vestidos de la época de san Francisco de Borja…, mezclados con labradores montados en grupas y las carrozas de los gremios, que ahora se llaman del trabajo, la agricultura, las artes y el comercio. El carro triunfal con la Matrona que representa a Gandia la cierra. En la década final del siglo XIX, una banda de tambores, vestida también a la antigua usanza, sale el primer día de fiestas para anunciarlas, lo que no ha dejado de hacer hasta la fecha. La comparsa sobrevivirá hasta nuestros días adaptándose a todos los cambios sociales que conocerá a lo largo de los años.
Las bandas
Las cabalgatas de danzas y comparsas y las comitivas “históricas” desaparecen a principios del siglo XX de las fiestas gandienses. La Banda del Tío de la Porra, dirigida por un Jefe disparatado que hace malabarismos con una porra, es lo único que queda de las antiguas comparsas. La banda causa sensación entre los niños de la ciudad y acabó por convertirse en el personaje de referencia de la Fira i Festes gandienses.
Su imagen sufre cambios durante años al ser “vestida” según las existencias de ropería Casa Insa, que proporcionaba los uniformes. Los componentes de la banda, durante años, fueron dulzaineros y tamborileros que contrataba el Ayuntamiento de la ciudad.
Las escuelas
La entrada del Tío de la Porra en las escuelas para sacar a los niños a la calle quizá fuera el motivo que aseguró, ya para siempre, la pervivencia de la banda en las fiestas gandienses. El personaje entró en la memoria colectiva del vecindario. Cuando ya hubo generaciones que recordaban el hecho, fue inevitable ligar la llegada de la feria con la comparsa. Todo el mundo, al oír el ruido monótono y repetitivo de los tambores de la cómica banda, recuerda cómo empezaba a latirle el corazón con fuerza, y cómo, en un santiamén, los latidos se acompasaban con un repique de tambores que venía a sacarlos de las aulas para darles unos días de fiesta. La entrada en las escuelas se produjo en las primeras décadas del siglo XX.
Las fallas
En 1935 y 1936, la banda de tambores del Tío de la Porra anunció el comienzo de la fiesta fallera, causando sensación por la aparición que hizo fuera de la fecha tradicional: la Fira. Fue el primer contacto de la comparsa con el mundo fallero.
Los nuevos tiempos
La Feria actual ha vuelto a mutar. Un festival de actuaciones y atracciones en la calle, funciones teatrales en la calle y en los teatros, conciertos de música, mercados temáticos y gastronómicos. El Tío de la Porra se ha desdoblado ahora en un montón de formaciones que muestran sus dos caras: una más “oficial” y “seria”, la de las comparsas de la Junta Local Fallera y la de las hermandades de Semana Santa, y la otra, la disparatada y llena de desenfreno, la de las bandas de estudiantes.