El origen de La Fira
La Fira ha sido un elemento fundamental en la vida de las ciudades, especialmente en sus inicios. En el caso de Gandia, se convirtió en un símbolo de su importancia comercial desde su fundación en 1249. Originariamente, se centraba más en el intercambio de mercancías y en la participación de artesanos y agricultores, mientras que las atracciones lúdicas eran secundarias. Con el tiempo, la feria fue evolucionando y se fue integrando más con las festividades religiosas, como la celebración de San Francisco de Borja.
A lo largo de los siglos, la organización de la Fira pasó a ser responsabilidad del Ayuntamiento, que se encargaba de muchos de los gastos y de la logística del evento. Esto incluía desde la música y las procesiones hasta los fuegos artificiales. Sin embargo, la historia de la Fira también estuvo marcada por los cambios políticos y sociales, especialmente durante el siglo XIX, cuando las guerras y las crisis afectaron a su desarrollo.
A medida que avanzaba el tiempo, comenzó a transformarse, incorporando más elementos de diversión y entretenimiento, como bandas de música y desfiles. A pesar de los desafíos, la Fira de Gandia se mantuvo como un evento significativo, reflejando la evolución de la ciudad y su comunidad.
La Fira contemporania
A lo largo del siglo XIX, a medida que se derriban los monopolios señoriales y gremiales y se impone la libre circulación y venta de bienes, con la aparición de una nueva clase dominante que conlleva un nuevo modo de ver y vivir las cosas, la Fira cambiará de modelo, progresivamente, casi sin que sus usuarios se den cuenta. La nueva economía liberal, los nuevos medios de transporte (sobre todo el ferrocarril), el crecimiento del pequeño comercio, los mercados semanales que se celebraban en casi todos los pueblos de la comarca, sobre todo los de Oliva los viernes y los de Gandia los sábados, harán entrar su carácter mercantil en una profunda decadencia, mientras adquieren gran relevancia los nuevos actos sociales que se montan a su alrededor, las nuevas formas de diversión, las nuevas celebraciones y festejos que nacen en su seno.
La Fira neoestamental
En las primeras décadas del siglo XIX, la Fira que se celebraba en la plaza Major logró sobrevivir a diversos conflictos sociales y políticos, manteniendo un modelo de celebraciones similar al de finales del siglo XVIII. Las festividades incluían danzas, comparsas, dulzaineros y una gran procesión con la participación de todos los estamentos de la ciudad, además de una misa solemne. A partir de la década de 1860, Tomàs Marzal, conocido como Pocasang, se encargó de organizar la cabalgata central de la feria, que recorría las calles de la ciudad. En 1867, la comitiva incluía danzas de diversos personajes y comparsas de labradores y contrabandistas, que culminaban en un Ayuntamiento de Farsa y un Carro Triunfal que representaba a Gandia.
La Nuevava Fira (de 1881 los años veinte del siglo XX)
La antigua Fira estamental de Gandia, donde todos participaban según su estatus, se transformó gradualmente en un evento que separaba a las élites de las clases populares. La Fira de 1881, con la Exposición Regional, marcó el inicio de esta nueva era. Aunque la cabalgata de comparsas y danzas desapareció, la cabalgata histórica se expandió, incorporando figuras como Jaime I y representaciones de las nuevas clases dominantes. La cabalgata de 1910 fue su apogeo, pero pronto fue reemplazada por eventos como la Batalla de Flores.
Mientras tanto, las clases populares continuaron disfrutando de circos, ferias con dulces y juguetes, y atracciones tradicionales. La modernidad llegó con innovaciones tecnológicas, como la iluminación eléctrica y el cinematógrafo, que cautivaron a los gandienses. Así, la feria se adaptó a los nuevos tiempos, reflejando un cambio en la cultura y las tradiciones de la ciudad.
De los años 20 a la República
La Fira, que había sufrido un período de crisis debido a la Primera Guerra Mundial que había afectado a las exportaciones de naranja, vuelve a tomar fuerza en los años veinte. Continúan celebrándose con éxito los Cosos de Colores, con la participación de carrozas y automóviles, los conciertos y festivales de bandas de música, las corridas de toros…; pero el acto más popular son las verbenas con los nuevos bailes. La aparición de clubes deportivos, como el Club Natación de Gandia, hace que muchas competiciones de nuevos deportes entren en la programación de la Fira. En las pruebas de ciclismo, que se celebraban desde finales del siglo XIX, y las regatas en el puerto, se añaden el fútbol, el boxeo, el atletismo con la Vuelta a Pie a Gandía o una carrera de antorchas que se celebra por la noche en 1935, y sobre todo la natación, el club local organiza pruebas de natación en el puerto, destacando un enfrentamiento en la Fira de 1935 contra la FUE de Valencia, en pruebas de velocidad, fondo, relevos y waterpolo. La llegada de la República provocó tensiones que afectaron a la Fira en el terreno religioso. El Ayuntamiento, por mayoría, se negó a subvencionar los actos religiosos, solo aceptó el tratamiento de Don Francisco de Borja para nombrar a las fiestas. La derecha, a través de La Revista de Gandía, reaccionó organizando una colecta para pagarlas, publicando la lista de las personas que contribuían al periódico. El escritor Enric Forcada cuenta que, ya en marcha la Guerra Civil, fue testigo de cómo repartían por la ciudad unos programas que detallaban las fiestas organizadas en honor del camarada Francisco de Borja, exduque de Gandía y exsanto.
La Fira del franquismo
Tras el desastre de la Guerra Civil, la Fira reanuda su actividad con muchos actos propios del nuevo régimen: misas de campaña, desfiles de tropas del ejército y de la Falange, actos de exaltación patriótica en el Serrano, demostraciones del Frente de Juventudes, celebración del día de la Raza…, incluso las muestras de danzas populares corren a cargo de las jóvenes de la Sección Femenina y el baile de Fomento se llega a celebrar en honor del comandante militar y oficiales del ejército. En todos los actos religiosos y oficiales destaca la participación de las autoridades y jerarquías del Movimiento. Esta forma de hacer se prolongará hasta bien entrada la década de los cincuenta.
En 1942 se produce un hecho que marcará la programación de la Fira hasta la década de los setenta del siglo pasado. El Ayuntamiento, ante las dificultades para organizar las fiestas, pide ayuda a las comisiones de fallas, incluso en la Feria de 1967 la Junta Local Fallera plantará y quemará una falla en el paseo.
Las costumbres cambian, la rígida moral de los años anteriores comienza a romperse y una serie de nuevos grupos de música pop llenan las pistas de baile con los ritmos de actualidad. La concepción de la Fira se adapta a las nuevas circunstancias. El parque de atracciones, las verbenas, las pruebas deportivas a las que se han añadido nuevas, como la halterofilia o las carreras de motos, los festivales infantiles, las carpas de teatro de variedades como las del Teatro Circo, Teatro Chino de Manolita Chen y, sobre todo, el Teatro Argentino, y el Coso de Colores, encabezado en los años setenta por un grupo de majorettes traído de Barcelona, son la parte de la Fira que queda para la diversión de las clases populares de la ciudad.
De la transición a la democracia
La indefinición y las vaguedades políticas de los últimos años del franquismo y los primeros de la transición se ven reflejadas en la programación de la Fira. Lo mismo se lleva un año a Los Justos, de Camús, al Serrano, que se vuelve al siguiente a las típicas zarzuelas, para volver al otro con La mamma, de Roussin, montada por Gil Albors, que también dirigirá la obra Borja, Duque de Gandía, que se representará en el Palacio con motivo del IV centenario de la muerte del santo en 1972. En 1975, por ejemplo, ante los nuevos aires democráticos que se divisan, el último Ayuntamiento franquista programará en la Fira, las obras de teatro El Supercaminal, de Pluja Teatre; Un enemigo del pueblo, de Ibsen, y el musical Gospel. En esa época desaparecieron elementos que habían quedado desfasados como el pabellón municipal y la reina de las fiestas, que tuvo su canto del cisne cuando fue elegida democráticamente por las jóvenes de 18 años que se presentaban para conseguir el cargo. En los años ochenta llega la hora de las instituciones democráticas, la cultura se municipaliza, aparece la figura del programador cultural y la Fira es diseñada por el Departamento de Cultura municipal, que intenta complacer a todas las edades y sectores sociales programando para niños, jóvenes, tercera edad…, y especializando espacios de la ciudad, como la plaza Major, la del Rei Jaume, la del Prado, el aparcamiento junto al Serpis o los patios de los institutos Ausiàs March y Maria Enríquez, para ello. En 2005 se produjo el último cambio en el modelo de Fira, al llenar el centro de la ciudad (plaza Escoles Pies, calle Major, paseo del Prado y Raval), de mercados medievales, grupos de animación, juegos de niños y grupos de teatro de calle de todo tipo. La Fira, adaptándose siempre a los tiempos que le toca vivir, avanza con energías renovadas hacia el futuro.